Llevo mucho tiempo pensando en una idea, intentando desarrollarla, y creo que ahora, a las 3:30 de la madrugada, tras volver de un sesión de café, me he decidido a llevarla a cabo. ¿Que en qué consiste? Fácil. Voy a escribir todos los días UNA sola cosa que me haga sentir bien durante el día. Puede ser una sensación, una acción, e incluso una persona que me haya hecho sentir particularmente feliz.
Puede parecer una tontería, pero muchas veces pasamos por alto todo aquello que puede provocarnos una mínima alegría, y creo que ya va siendo hora de maximizar esos momentos. Ahora mismo no necesito ser especialmente feliz, pero sé que cuando esté deprimida (porque lo estaré, es todo un ciclo y es imposible estar bien continuamente) sé que me animará leer aquellas cosas que no son difíciles de alcanzar y que me hacen sentir bien.
Ahora bien, ¿por qué voy a publicarlo aquí? Bueno, pues por diversas razones: me da una pereza enorme ponerme a escribir en un diario, me gusta cómo queda estéticamente, porque puedo dejar fotos, vídeos y cosas así que en un diario escrito no podría dejar… Pero la razón más importante es porque quiero que quien me siga (si consigo que alguien se anime xD) me proporcione ejemplos, experiencias y cosas similares. E incluso, inducir a aquellas personas deprimidas a que se animen a hacer lo mismo.
Yendo al grano, lo que he oído sobre este experimento (no es una idea propia) es que al principio cuesta muchísimo encontrar una sola cosa, pero que después de un tiempo se encuentran otras mil más. Así que a ver como se da el tema. Añado a este experimento lo siguiente: cada frase, irá acompañada de una explicación (texto poético, o simplemente narrativo) o en su defecto, un dibujo, un vídeo o una canción que expliquen mejor esa sensación.
Y sin más dilación, la primera cosa estúpida que me ha hecho sentir bien en el día de hoy:
« Comer la pasta que se ha quedado pegada a la cazuela.»
Esta acción me remonta a mi más tierna infancia, cuando mi plato preferido eran los macarrones, y tenía la curiosa manía de raspar con el tenedor el fondo de la cazuela, mientras provocaba ese típico sonido metálico que de alguna forma se ha quedado grabado en mi memoria. Eso, y el sabor. Esa sensación en el paladar que estaba entre el propio sabor de la pasta y lo tostado que quedaba adherido a esta. Es extraño, sí, pero me ha hecho gracia encontrarme a mi misma, años después, llevando a cabo la misma acción, invariante.